Dicen que la Escuelita Trashumante es un caudaloso río lleno de afluentes que agitan luchas históricas desde las subterráneas aguas del otro país. Dicen también que es el Espacio de Educación Autónoma que a fines de marzo retumbó en Cosquín celebrando su encuentro nacional.
El rebelde camino de la educación autónoma trashumante, que circula desde hace años, necesita ser contado colectivamente. Por eso iremos publicando diferentes registros, notas y cuentos sobre su experiencia.
Lo que sucedió en marzo, en el Encuentro Nacional de la Escuelita, fue el cierre del tercer círculo de formación, que pronto renacerá. En otra nota, recuperábamos que el círculo es un recorrido de dos años pero que dura para toda la vida. También, decíamos que «en la escuelita nos mezclamos para trabajar y educarnos mutuamente, participantes de diferentes lugares y organizaciones. Nos dividimos en grupos también para realizar algunas tareas que faciliten la convivencia. Principalmente, nos compartimos nuestras luchas, esperanzas, dolores y sueños para acompañarnos en el camino de seguir transformándonos a nosotros y nuestros territorios. Somos felices y nos desahogamos. Leemos, debatimos, explicamos y oímos, mucho nos oímos. Nos mezclamos los adultos con los jóvenes, bajo tutela de los niños. Jugamos y nos esperanzamos, con la musiquita que de fondo nos recuerda que arte y educación también son liberación”.
Así son los círculos. Éste que giró fue el tercero y por eso círculo quiere decir que se regresa, que se renace luego de un recorrido que no es lineal ni que vuelve al mismo lugar sino que implica volver a los orígenes que es mucho más bello. Implica reencontrarse con toda la experiencia vivida y sentida, con la historia y la memoria. En los círculos hay mucho oído y mirada, mirada de un brillo tenue de los que saben que volverán. Hay una concepción del tiempo en donde la agonía del fin se transforma en esperanza del porvenir.
Los cuerpos circulares
En el litoral somos muchos cuerpos birrianos los que hemos dado vuelta al círculo junto con compañerxs de otros espacios hermanados en lucha. Nos juntamos con otros cuerpos y cuerpas que lo disputamos todo, en los dos años de nuestro calendario circular, y que lo seguiremos haciendo. Si pensamos en este último circulo de formación, fueron tres encuentros regionales paralelos, en Córdoba y Santa Fe, mejor dicho, en la sierra y el litoral. Y un cuarto encuentro nacional en los valles de Cosquín. Entre medio, reuniones, juntadas, rondas, debates, autogestión y mucha emoción por la liberación.
El recorrido por el círculo nos educó la oreja y sobre todo la mirada. Ahora nos sabemos y reconocemos mejor. Sabemos que compartimos los pesares y las luchas con “lxs de abajo”, que queremos deformarnos para formarnos y seguir transformando, que es la educación mutua, de la experiencia popular aquella que queremos recuperar para que renazca la vida, en oposición a este sistema de muerte. El recorrido circular nos enseñó de historias y de geografías, aquellas del otro país, nos invitó a renacernos en ronda, en colectivo, con los pies en la tierra, tierrita que nos alimenta y sostiene. Del círculo brota un río de aguas fuertes del color de la vida, que ya no para. Las coplitas insurgentes así lo prometen:
De la sierra al litoral
vamos a desalambrar
todo el campo popular
De todo el recorrido, en esta nota elegimos contar el cierre. Para convidarles que es un camino, una puerta y una metáfora.
Es que el cierre de la escuelita nos propuso un sueño, pero para concretarlo ya, como decía nuestro Fernando Birri, para soñar con los ojos bien abiertos. Así, nos pensamos dentro de una canoa que contenga todo lo que vive en nuestro nuevo mundo. En esta nuestra canoa tuvimos que poner los cuerpos que quisiéramos que haya; dijimos cuerpos rotos pero libres, morenos, redondos, petisos, desestructurados, cuerpos corrientes y de la calle, con olor a lucha, creativos. También cargamos los sueños, infaltables los nuestros y los de todxs; sueños de lucha, de rebelde paz y alegría, sueños vivos y despiertos de tierra para quien la trabaja, de libros y saberes populares; sueños que destierran flagelos. Por último, cargamos los materiales que harían posible avanzar la canoa. La tierra, siempre nuestra! La autonomía y soberanía alimentaria, y para ello, cargamos semillas de todo tipo. Nos cargamos con solidaridad a montones como el arte nuestro. Con rondas de diálogos y asambleas, con tiempos compartidos. La perseverancia y compromiso con la escucha se colocaron al frente. La pasión, alegría rebelde, el aguante de nuestros pueblos y amor del sano, quedaron bien ubicados, allí donde se cumplen los deseos.
Pero antes de soltar amarras para que el círculo cierre y comience a girar, recordamos y nos convidamos todo lo charlado y soñado y realizado. Entonces nos dejamos un tiempito para sacar en balde las cosas que queríamos fuera de la canoa y del mundo porvenir que es nuestro y es aquí y ahora. Salieron por la borda los miedos, el patriarcado que hace barra en la esquina con el racismo y el capitalismo para sostener un sistema de muerte. Ellos, dijimos a grito vivo, afuera de la barca. También desterramos la pobreza y las jerarquías que nos apenan la panza y el alma. Fue bello ver a niñxs, jóvenes y adultxs sacar con energía esos baldes…
Y en aquellas jornadas serranas, en el partir de nuevas canoas hacia el horizonte, nos invitamos a un desafío grande como la escuelita, pues no podía ser que el círculo se complete y ya. Pensamos: la escuelita no existe, sino que vive en cada unx de nosotrxs, en nuestra lucha y organización. ¿Serán aprenderes de luchas como la del zapatismo que nació en el secreto de la comunidad y forjó un ejército destinado a desaparecer? Así, a su forma, la escuelita se reinventa en nosotrxs, pues niñxs, jóvenes y adultxs agarramos la posta, caminamos la esperanza de cambiar el mundo. Nos pondremos a pensar cómo, con quiénes. Nos juntaremos a convidarnos propuestas para que la barca enfile hacia puerto nuevo. Nos cargamos del compromiso y la bella tarea de continuar trashumando, creando educación popular, construyendo sueños dueños del presente y herramientas que nos cambien y el mundo, organizándonos en la lucha lxs de abajo, para nosotrxs y contra los de arriba, haciendo del otro país el genuino y soberano, el que por derecho histórico y de lucha nos pertenece.
La escuelita nos lavó los ojos de adentro hacia afuera, nos encontró con rostros nuevos pero conocidos, nos enamoró la vida de tanta resistencia y amor. Nos aclara un caminito entre tanta confusión y desgarramiento que es posible caminar de la mano, en la certeza de que la educación es popular y que nos permitirá tomar conciencia y politizarnos, pasos iniciales para seguir construyendo colectivamente el mundo más sano y justo, rebelde y de colores, a gritos y olor a tierra mojada de emoción.
Otra mirada sobre la educación, los saberes y la lucha hay en los cuerpos circulares. Ya el Espacio de Educación Autónoma llamado con ternura “escuelita”, terminó. El ritual del abrazo caracol retumbó en las sierras comechingonas. Cada quien volvió a sus luchas que dijimos es una sola. Pero como hace siglos y tan presente nos enseñó Tupac Katari, “volveremos y seremos millones”.
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