Entrevista con Emi….. más conocido en Santa Fe como Delfino Flow.
Empezamos la charla queriendo saber de qué van los Talleres de Rimas en los barrios y Emi partió contando que la historia del hip hop se remonta a los güetos norteamericanos de los ´70, donde no había acceso a las discotecas, teatro, exposición de arte, academias, instrumentos musicales, etc.. El hip hop nace como posibilidad de acceder a diferentes formas artísticas necesitando sólo del propio cuerpo y se apoya sobre una noción clave: la grupalidad.
Cuando los jóvenes se empiezan a conectar hay una devolución y competencia pero en calidad de autosuperación/evolución, compartiendo el conocimiento entre todos. Este es uno de los aspectos que ha permitido que esta cultura se expanda tanto, por esta participación activa. Quienes se suman se sienten parte, es una cultura que tiende a incluir y no a separar. Si vos tenés talentos exploralos, explotalos y sé una mejor persona con ellos.
En Santa Fe, en el 2008 se produce una inflexión. Aparece el freestyle, lo que hoy son las batallas de gallos. Esto tiene su repercusión en la apropiación del espacio público por parte de los jóvenes que empiezan a sumarse a estas competencias. Hoy día tiene reglamentos, jueces, mediatización y carácter de entretenimiento masivo pero que es resultado de cómo trascendió lo que pasaba en las plazas en estos últimos años. Muchos de esos chicos de las plazas hoy saltaron al mainstream musical y son muy escuchados, pero sus bases están ahí en la plaza. Esta cultura lleva a una profesionalización desde los pares y en los espacios públicos.

En el 2014 nace el primer taller de rimas en el Bº San Lorenzo, en el CAF 23 “El Tamborcito”, en la cancha de fútbol, sin parlantes y con un celu. En el marco de un programa donde sólo había talleres de oficio, se propuso un taller artístico, que mediara la posibilidad de trabajar habilidades sociales. Luego el taller se fue trasladando a otros territorios. Con duración de seis meses. El último tiempo se hizo en la sala La Mirage (pleno centro: 1ra Junta y 25 de mayo), fue pensado en el centro porque bajaban todos los colectivos y contábamos con una política pública que garantizaba fondos para que los pibes carguen la sube, eso permitía que los pibes de los barrios dos veces a la semana pudieran llegar al centro a hacer el taller, traspasando las fronteras de cada barrio. Actualmente el taller funciona en la Mediateca en el Bº Santa Rosa.
Pensar este taller supuso tener en claro que trabajar con jóvenes tiene sus desafíos en relación a la apertura y confianza para expresarse frente a otros. El taller de rimas un proceso, no se exige a nadie rapear ni componer desde el primer día.
La clave de esta propuesta es sostener el encuadre y el espacio que lo aloje, que los pibes siempre sepan que las puertas van a estar abiertas ahí, que si no quieren decir nada de igual modo pueden estar ahí compartiendo con el grupo.
En sus inicios (en El Tamborcito) sólo trabajamos con los pibes del territorio, de hecho en un momento que el barrio estaba atravesando una situación muy conflictiva entre bandas, de mucha violencia, se trabajó con un grupo puntual. Actualmente el taller es, sobre todo, un espacio de encuentro con pibas y pibes de otros barrios y de diferentes clases sociales.
En estos talleres primero escriben, luego componen y aprenden nociones básicas de música. Pero también, y sobre todo, es un espacio de socialización con rondas de debate y charlas, donde surgen un montón de otras cosas. Cuando se trabaja sobre la expresión, los jóvenes empiezan a hablar de ciertas cosas que quizás no tienen otros espacios para poder decirlas y ser escuchados. El taller es un canal de expresión, donde las pibas y los pibes se abren y se sienten en confianza, para decir y emprender un proceso de aprendizaje colectivo. En este contexto construyen material para componer y (re) escribir relatos, la posibilidad de poder volver a narrar historias de vida y que sean contadas a otros.
Aquello que no puede ser elaborado, que no puede ser dicho en otro contexto tiene lugar en este taller y entre pares.
Cada año se renueva el grupo porque hay procesos que algunos ya lograron. El taller impulsa que capitalicen lo aprendido, y si les interesa sigan por un camino de autogestión, de independencia acompañada, replicando, por ejemplo, la experiencia en sus barrios. Esto significa tomar el rol protagónico y no ser sólo y siempre tallerista.
Esta cultura con sus expresiones artísticas, agrupa en un barrio alrededor de una tarea y se convierte en una esfera de socialización potente en la producción de salud. Poner en tarea saca a cada uno de lo individual y pone un objetivo común, compartido. Esta cultura es sí o sí con otros. Compartiendo esta cultura, que es lo común, puede cada uno mostrar sus diferencias su visión, conteniendo la pluralidad de voces, conviviendo, coexistiendo y compartiendo. Los valores que se transmiten son los de la cultura del hip hop y de la grupalidad como proceso de aprendizaje y transformador.
En los talleres aparecen problemáticas de la vida cotidiana de los pibes y se ve como ellos empiezan a participar más activamente de su ciudadanía, de sus derechos. El encuentro y los debates favorecen el pensamiento crítico.
La salud es una construcción colectiva y estos grupos en los territorios tienen la potencia de producir bienestar en las experiencias vinculares, en las pertenencias, la identidad que cada uno adquiere al formar parte. Esta experiencia es transformadora y le devuelve a cada pibe otras identidades posibles. Un lugar desde donde ser llamado, desde donde nombrarse.
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