El Maese Trotamundos, maestro y amigo papelonero que recorre el mundo, este año salió a cazar historias de carnavales. En esta oportunidad aterrizó en territorio jujeño y sobrevoló la puna, los valles y yungas para finalmente refugiarse en la quebrada.
El carnaval se transforma en el símbolo y la encarnación de la verdadera fiesta popular y pública, totalmente independiente de la Iglesia y el Estado, aunque tolerado por estos (¿porque otra no les queda?). Esto también sucede en Jujuy: cuarenta días antes de semana santa, en varios puntos de la Quebrada de Humahuaca, con la aparición del primer rayo de sol se puede oír el ritmo de las comparsas caminando por los cerros.
Fruto de tradiciones que llegaron con la mal llamada conquista de América y al calor de la resistencia de nuestros pueblos indígenas y su lazo con la Pachamama, la tradición que hoy queremos homenajear es, de esta forma, como una ensalada de varias culturas: indígenas, españolas y criollas. Además, por ser la Quebrada de Humahuaca el paso obligado hacia el Perú y Bolivia, ha asimilado la música y algunas características de esos otros países hermanos.
Cuando es tiempo de carnaval, un diablo de trapo se despierta de su larga siesta de un año para dar comienzo a esta hermosa fiesta pagana. Los dos jueves anteriores al carnaval, las comadres se reúnen para celebrar el reencuentro, y al jueves siguiente llega el turno de los compadres, quienes se entretienen en divertidas copleadas relatando lo que les ocurrió a lo largo del año. El sábado de carnaval se juntan las comparsas. Mientras esto sucede, varias comparsas van tomando lugar en distintas partes de cada pueblo, lo que se llama como «Carnaval de ablande» para ir agregando leña al fuego mientras se va acercando lo que se denomina como «Carnaval Grande».
A lo largo de esta fiesta, se tocan instrumentos típicos de nuestro norte, como erkenchos, antas, charangos, bombos y cajas. El pueblo se pone su mascarita de diablo y luce cascabeles mientras las comparsas empiezan a invadir todas las calles del pueblo durante el día y los salones de encuentros por la noche.
Este carnaval se inicia con el desentierro del diablo carnavalero y finaliza días después, cuando lo entierran. Durante esos nueve días, el diablo reina en la vida de los habitantes jujeños. Se hacen ofrendas a la Pachamama para que deje «salir al carnaval»; de esta forma, se riega la tierra con bebidas alcohólicas, se arrojan hojas de coca y cigarrillos encendidos, y se decora el mojón (montículo de piedras que representa el lugar donde está enterrado el diablo) con serpentinas, guirnaldas, lana y flores.
El diablo está obligado a ser alegre, no se aceptan diablos tristes ni dormidos, y en estos nueve días y nueve noches casi que no se duerme, … así es, el tiempo de la siesta ya terminó, ya llegará otra vez, ahora es momento de celebrar.
Al final del llamado «Domingo de tentación», cuando el carnaval se va, se lleva una sarta de alimentos, zapallos, zanahorias, manzanas, papas y cebollas y ofrendas a la Pachamama, en el mojón donde despacha su comparsa. Y en este momento, se entierra, bien enterrado, nuevamente al diablo del carnaval, para que duerma hasta los próximos festejos. Así es: el diablo tiene que quedar bien enterrado para que después no ande suelto durante todo el año.